¿Alguna
vez se ha sentido desilusionado porque algo, de lo que usted tenía una gran
expectativa, no resultó ser lo que esperaba? Ya sabe; usted quizá lo ha vivido:
Vio un tráiler muy prometedor de alguna película que esperaba con ansias,
y cuando vio esa pequeña muestra del filme se incrementaron sus ansias para
verla. Cuando se enteró que la película llegó a la cartelera cinematográfica de
su país, hizo planes para verla lo antes posible. Quizá invitó a un par de
amigos que, al igual que usted, la esperaban inquietos. Comenzó la función. La
emoción lo invadió y, dos horas más tarde…
-Bueno…
no fue lo que esperaba- comentó a sus amigos.
Creo que todos
hemos pronunciado esa frase en una ocasión al menos; y si no le ha pasado con
las películas tal vez sí con algún político con el que simpatizaba, o con su
conyugue, en su trabajo; en fin, siempre hay un “No era lo que yo esperaba” en nuestras vidas.
Esto
me hace pensar en la época en la que Jesús vino a la tierra. A pesar de sus
hermosas enseñanzas y de los grandes milagros que hacía, a los judíos les era
imposible concebir, siquiera en sus pensamientos, que este carpintero pudiera
ser el Mesías. No es para menos, la verdad yo les doy la razón. Por favor no me
mal entienda, creer que Jesús era el Cristo era una completa locura.
Durante
cientos y cientos de años los profetas habían hablado del Mesías, aquel que
vendría a salvar y a restaurar al pueblo de Dios. Los judíos indudablemente lo
creyeron, no tenían dudas de que el Cristo vendría. Sin embargo tenían su
propia idea de cómo habría de ser. Para tener un panorama más claro, leamos lo
que Samuel Pérez Millos dice al respecto:
“La
idea mesiánica en el judaísmo era la de un Rey… el Hijo de David, que se
levantaría y heriría a la tierra con la palabra de su boca, la purificaría de
pecado, aplastaría a todas la naciones paganas y liberaría a Jerusalén, y después
de reunir a sí mismo todas las tribus de Israel, reinaría para siempre como
Rey… En el comportamiento de
Jesús no había nada que pudiera sugerir la presencia de un rey conquistador de
la casa de David” (cursivas añadidas)
Ellos
esperaban a un poderoso rey guerrero. Pienso que tal vez lo imaginaban alto,
musculoso y rico; con voz gruesa y firme que hiciera temblar a todo el que lo escuchara. Creo que yo también lo habría imaginado igual que ellos, y cómo no
hacerlo luego de saber estas profecías:
Daniel
2:44 Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no
será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y
consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.
Isaías
35:4 Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro
Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará.
¡Vamos!
Póngase en un instante en los zapatos de ellos e imaginemos su situación. En
vez del musculoso rey guerrero, tienen frente a ellos al carpintero pobre; en
vez de escuchar la voz fuerte y poderosa, escuchan una dulce y apacible; en vez
de promover una revuelta social para romper el yugo de Roma, escuchan “al
César lo que es del César”. ¡POR
EL AMOR A DIOS! Estaban furiosos. Fruncían el ceño, se alejaban de Jesús
molestos. Su furor los llevó a exigirles a las autoridades su muerte. Eso NO
era lo que estaban esperando, no era lo que ellos querían. Pero era lo que el
pueblo de Dios necesitaba. El plan de Dios siempre es mucho más alto que el
nuestro.
¿No
se parece esto un poco a usted? Su auto, su trabajo, su conyugue, sus hijos,
sus finanzas ¿son todas estas áreas como usted lo esperaba? Qué me dice de su
iglesia o de su pastor ¿No le agradan mucho? Y qué de sus sueños ¿Los ha
logrado? Y de las promesas que Dios le ha hecho respecto a su vida ¿las ha
visto cumplirse? Quizá se esté preguntado qué tiene esto que ver con lo que
acabo de contarle sobre los judíos. Simple. Respecto a nuestras vidas y lo que
nos rodea nos comportamos como los judíos de la época de Jesús: No nos agrada.
Fruncimos el ceño. Nos ponemos furiosos. Nos alejamos molestos de Su plan. Y lo
peor, le damos muerte a Su propósito. No nos gusta, no es lo que queremos, pero
probablemente es lo que necesitamos.
Con
esto no estoy insinuando que todo en su vida será un “no era lo que esperaba”
¡por supuesto que no! Pero estoy segura que Dios le va a ir subiendo escalón
por escalón hasta llegar a la cima. Nada de lo que llegue a sus manos es obra
de la casualidad o de una “mala suerte” recuerde que “aún vuestros cabellos
están todos contados”
(Mateo 10:30) Nada hay que se le escape a tu Creador.
Quizá
hoy diga que su auto, su empleo o su vida, no son lo que usted esperaba, pero no
piense que Dios no lo llevará al siguiente nivel. Deje atrás su propia idea
del plan de Dios para su vida porque “cosas
que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, son
las que Dios ha preparado para los que le aman” (1Corintios 2:9) Dios ha
diseñado un plan perfecto para usted, así que no murmure, no se moleste y, lo
más importante, no mate Su propósito; más bien alégrese porque
pronto estará subiendo al siguiente escalón.
A
propósito de los judíos que esperaban al rey conquistador de la casa de David,
creían también que el que habría de venir sería alguien con algunas cualidades
divinas; lo que no sabían era que Dios mismo estaría en medio de ellos y
entregaría Su propia vida para salvarlos.
El
plan de Dios siempre es mucho más alto que el nuestro.
Orianna García
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