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No Fue la Cruz Sino Quien Murió en Ella.


..."Pero hay entre ustedes uno a quien todavía no conocen" Juan 1V- 26

Acabo de ver un vídeo. No era muy atractivo: baja resolución, mal audio, toma fija. Nada parecía interesante, sin embargo me mantuvo unos minutos inmóvil frente al computador. 
El vídeo trataba de un experimento social  organizado por el diario The Washington Post sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente; para ello colocaron a un violinista en una estación del metro, tocaría durante 45 minutos.
Josh Nonnenmocher nos describe lo que sucedió:

Tres minutos pasaron, y un hombre de mediana edad se dio cuenta de que había un músico tocando. Disminuyó el paso y se detuvo por unos segundos, y luego se apresuró a cumplir con su horario.

Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina: una mujer arrojó el dinero en la caja y sin parar, siguió caminando.

Unos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escucharlo, pero el hombre miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo. Es evidente que se le hizo tarde para el trabajo.

En los 45 minutos que el músico tocó, sólo 6 personas se detuvieron y permanecieron por un tiempo. Alrededor de 20 personas le dieron dinero, pero siguieron caminando a su ritmo normal. Se recaudó $ 32. Cuando terminó de tocar y el silencio se hizo cargo, nadie se dio cuenta. Nadie aplaudió, ni hubo ningún reconocimiento.

Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más talentosos del mundo. Él había interpretado sólo una de las piezas más complejas jamás escritas, en un violín por valor de 3,5 millones de dólares.

Dos días antes de tocar en el metro, Joshua Bell agotó en un teatro en Boston, donde los asientos tuvieron un promedio de $ 100.


Absurdo ¿no cree? Un prodigio que hacía un par de días tocaba junto a músicos importantes, en un teatro importante, frente a gente importante; se encontraba en un metro: un lugar común, frente a gente común.

Durante casi una hora Joshua Bell fue pasado desapercibido. Para algunos, quizá, la melodía era atractiva pero no podían detenerse a disfrutarla, tenían cosas que hacer. Otros simplemente creyeron que era un joven necesitado y para contribuirle arrojaron su propina. Y la mayoría, ignoró un gran acontecimiento. No era la pieza que tocaba sino quién la tocaba.

Me recuerda lo que pasó hace más de 2000 años atrás ¿a usted no? La historia es muy similar, pero no igual:

No eran notas musicales lo que se oía – eran gritos de angustia.

No era en un violín de 3,5 millones de dólares – Era en una cruz

No era Joshua Bell – Era Dios.

Al igual que el talentoso músico, Jesús bajó hasta nuestra estación del metro, fue parte de nosotros para tocar la pieza más compleja de la historia: Dios en una cruz.
Y de la misma forma que la gente en la estación, algunos se encontraban muy ocupados e ignoraron la música, otros sólo dieron una propina de su atención; y la mayoría, ignoró el gran acontecimiento. No era la cruz, sino quien estaba colgado en la cruz.
Casi al final de la actuación de Joshua Bell alguien finalmente lo reconoció. Fue una mujer, su nombre Stacy Fukuyama .El nombre de Stacy apareció en la web y entre los diarios más importantes del mundo, no sólo porque prestó atención a la música, sino porque reconoció que al que la interpretaba.

Haz un alto, presta atención. Shhhhhhh. ¿Puedes oírlo?
Diariamente Dios quiere demostrarte que la mejor prueba de Su existencia eres tú. Diariamente Dios se encuentra en la estación del metro, toca Su mejor pieza e intenta captar tu atención. No hay trabajo, preocupación o problema que valga más que una estupenda pieza tocada por Él.
Así que no des un paso más, escucha. Voltea tu mirada. ¡Contempla!. Es tu Creador y toca para ti.
Si logras reconocerlo como Stacy Fukuyama reconoció a Joshua Bell, tu nombre aparecerá, no en la web o en los diarios del mundo, aparecerá grabado en el mismísimo corazón de Dios.
La próxima vez que estés en la estación de un metro o escuches en la calle a un músico tocar recuerda que no fue la cruz sino quien murió en ella.

Orianna García

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